Una puerta abierta a la imaginación

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Número 81

ÁLVARO ANTONIO BERNAL


BOGOTÁ: REALIDADES,

DELIRIOS Y FICCIONES





















En Colombia se publican pocos libros que traten de una manera analítica y con una visión múltiple a la ciudad de Bogotá.


El profesor Álvaro Antonio Bernal, en su libro Bogotá: Realidades, Delirios y Ficciones conjuga un certero análisis de la realidad bogotana no solamente a través de documentos e investigaciones, sino por medio de su literatura y su cine.


El libro, como lo indican el título y el índice, esta dividido en tres secciones: 1-Realidades; 2-Delirios y 3-Ficciones.


En las Realidades, el libro da una mirada crítica a los contextos sociales que generan una desigualdad social, la cual se ve reflejada de múltiples modos, uno de ellos, el comercio y se adentra en lo que podríamos llamar nuestra "cultura ciudadana" o "incultura ciudadana" y nos da una visita guiada por los mercados tradicionales y los que los han reemplazado, siguiendo modelos traídos del Norte, donde las cosas son más costosas y la gente se junta ya sea para ostentar o para contemplar lo que nunca va adquirir.


En Delirios, el autor le da una mirada crítica a la ciudad esclavizada por un transporte público inoperante, reflejo de la corrupción que carcome al país, según sus propias palabras: "se examinan los imaginarios y frustraciones de una ciudad que ha querido ser diferente y que muchos la han pensado de manera distinta pero que en la mayoría de los casos se ha quedado en una fantasía o en una ilusión que a veces se repite como una condena o acaso una comedia de errores".


Este es uno de los  temas que aborda con éxito el libro, ya que expone ante la vista pública ese elefante blanco y obsoleto en que ha devenido el transporte bogotano. Tal vez pocas personas hayan logrado explicar con objetividad, como lo hace el profesor Bernal en este libro, el por qué del caos de transporte que vive Bogotá, teniendo en cuenta que los intereses de los que viven de abusar de los dineros públicos a costa del desorden y subdesarrollo en que vivimos se especializan en pintar las cosas color de rosa a través de unos medios de comunicación vendidos a esos mismos intereses.


Como buen estudioso de la literatura que es, el profesor Bernal ve la ciudad en la tercera parte, Ficciones, desde la producción literaria, donde la ciudad con sus placeres, desvelos y desesperos, juega un papel importante y recupera una identidad que para la mayoría está perdida entre la contaminación, la enajenación y la corrupción del sistema. Así resume el profesor Bernal esta parte: "en una tercera parte, se examina la ciudad imaginada o ficcionalizada, y en ella se les da cabida a las representaciones artísticas urbanas que se registran en las páginas de algunas novelas que han dejado una marca dentro de la literatura que escenifica la capital de la República".


Ya en un libro anterior el profesor había abordado el estudio de la capital bogotana desde una perspectiva literaria, esto es lo que nos dice al respecto en el presente libro:


"Este libro nació casi desde la aparición de su antecesor, el texto teórico Percepciones e imágenes de Bogotá: expresiones literarias urbanas, publicado en el año 2010 y que de alguna manera forzó una siguiente investigación que continuara el trabajo que se había iniciado. Aquel libro tiene una base fundamental en la crítica literaria y en los estudios culturales latinoamericanos. Su naturaleza rastreaba obras de la literatura colombiana en las que Bogotá se escenificaba desde una manera cronológica a partir de la década del sesenta y en las que la trama de cada una de ellas daba cuenta de una urbe muy cercana a la real. Lo anterior con el interés de estudiar las transformaciones que se habían presentado en este núcleo urbano y que de algún modo se habían visto consignadas en la literatura. Igualmente, se analizaba el proceso de modernización fracturado que se evidenciaba en la ciudad a partir de sus narrativas".


Su segundo libro, no menos substancioso que el primero, se mete en esos laberintos bogotanos por donde no circulan ni la prensa, ni los políticos, (solo en épocas de elecciones) ni los estudiosos de las ciencias sociales, sus revelaciones de la idiosincrasia bogotana y acerca de su bien programado caos, las resume él así en la introducción de su libro:


"Siguiendo esa vertiente, el enfoque de este libro cuyo objeto de estudio es la capital colombiana y su cultura urbana, propone una suerte de recorrido semiótico camino a revelar, leer y analizar diferentes escenas, aconteceres y transformaciones introduciendo reflexiones referentes a la imagen, la memoria, el significado o la nostalgia que puede dejar la ciudad en sus habitantes. Todo lo anterior, sin dejar de lado un panorama sólido que examina la novelística y algunos de los trabajos cinematográficos más representativos que retratan la Bogotá de finales del siglo XX y la del presente".


El autor se cuestiona entre otros los males sociales que pululan en la ciudad, tales como la segregación o la intolerancia. Junto con Carlos Monsiváis, el autor se pregunta: "¿cuáles son los rituales del caos de una capital latinoamericana que crece sin mayor planeación ni control?". Tal vez el mismo autor responde a esta pregunta cuando afirma más adelante: "Los problemas de Bogotá son las dificultades de todo un país. La capital, resulta ser el microcosmos de toda una Colombia conflictiva, desigual, injusta y sumida en excesivos privilegios para algunos pocos".


¿Quién no habrá experimentado este lado de Bogotá, que como un Dr. Jekill y Mr. Hyde, tiene dos caras, una cara amable, donde hay artes y letras, obras de teatro y conciertos, museos y galerías, excelentes universidades y colegios, pero donde también se coexiste con la desigualdad, la miseria y la pobreza y tal vez con una de las cosas más aterradoras que tiene la ciudad, su caos de transporte?


Sin embargo, el autor va más allá, analiza algo que por obvio que aparezca, los gobernantes se niegan a aceptar y los políticos tienden a explotar cuando llegan las épocas electorales: A Bogotá la divide un muro invisible, peor que el muro de Berlín y más divisionista que el muro que está construyendo Trump en la frontera con México. Esto nos dice el profesor Bernal al respecto:


"Es todavía muy notorio en el presente, que la ciudad por medio de muchos de sus habitantes abrigue y fermente posturas arribistas, racistas, homofóbicas y discriminatorias que en varios casos tienden a pasar inadvertidas o ser casi inherentes entre los individuos. Dentro del imaginario de clase, muchos bogotanos y no bogotanos que residen en la ciudad asumen zonas, espacios y un tipo de alteridad altamente excluyente y segregacionista a partir de ideas superficiales y fijas que se exteriorizan en actitudes y percepciones tan simples como las siguientes: el sur de la ciudad es un territorio aparentemente confinado a los pobres; el norte se supone en el imaginario colectivo como todo lo opuesto: la zona de los ricos; la educación privada en muchos casos se relaciona con la riqueza, la pública con la pobreza; la belleza del individuo o su prestancia social se determina de acuerdo con el color de la piel: ser blanco favorece ampliamente su aceptación social, pero ser indígena o negro en un país de mestizos es una desventaja peligrosa. Incluso, todavía en estos tiempos contar con un auto edifica la idea de ser supuestamente de mejor categoría del que no lo tiene. En esa telaraña de quererse distinguir de los demás, se identifican espacios tan singulares como colegios, universidades, restaurantes, barrios y sectores de la ciudad que cargan con la tipificación marcada de clase o de cierto estilo diferenciador que hace supuestamente al ciudadano sellar fronteras de exclusión y ascender o descender fantasiosamente algunos escalones ante los demás. Lo anterior, una clara impostura y un acto de simulación muy bogotano o quizá muy colombiano".


Y tal vez también muy "humano" en el peor de los sentidos. El color de la piel, al cual podemos añadirle los apellidos, es la entraña del ser colombiano, como bien lo describe el profesor Bernal.


Sin embargo, hay una parte de su libro, Delirios, que inquieta aún más y que responde indudablemente a la pregunta, ¿por qué está Bogotá condenada a tener un transporte masivo de buses inútiles y contaminantes? ¿Estaremos acaso bajo la maldición de algún ser que quiere que muramos asfixiados y en cámara lenta, mientras el tráfico se detiene por horas en una falsa autopista porque hay una vaca muerta o viva o imaginaria en medio de la vía?


Dice al respecto el profesor Bernal, refiriéndose a esa vaca muerta, elefante blanco u tractomula con pasajeros llamada TransMilenio:


"Infortunadamente, el TransMilenio en lugar de ser un medio de transporte complementario a otros que se debieron haber construido en su momento, se convirtió en la única bandera del transporte público local y escondió la imperiosa necesidad de construir un metro que hace décadas la ciudad necesita. Finalmente, con el tiempo el servicio de TransMilenio no alcanzó a cumplir con todas las expectativas irresponsablemente encomendadas, fue sobrepasado por la demanda y las necesidades de la ciudad, y poco a poco fue cayendo en desgracia como en otras épocas lo fueron los trolebús o el mismo tranvía de principios del siglo xx".


Además que a través de TransMilenio Peñalosa se dedicó a sabotear el Metro bogotano, valiéndose de mil argucias para importar más volvos contaminantes y sacándole la mano al Metro subterráneo que Petro había dejado listo para la contratación de la obra.


Y es aquí donde el autor se hace una pregunta clave:


"¿Pero en qué momento Bogotá entró en este juego perverso de no contar con un transporte público digno y eficiente? ¿Por qué subsiste aún, en pleno siglo XXI, tanta resistencia a un modelo digno de transporte? Para entender esta telaraña de malas decisiones en donde los intereses económicos e individuales se impusieron sobre los colectivos retrasando más de un siglo el progreso de una ciudad, hay que hacer un poco de historia".


E historia es la que nos trae a colación al profesor Bernal, ya que de una manera detallada, empezando por mediados del siglo XIX, nos trae a colación las modalidades del transporte masivo bogotano y del mundo y nos deja ver cómo Bogotá siempre se quedaba rezagada respecto al resto de las grandes ciudades, ¿por qué? Desde 1942 se empezó a estudiar la idea de un Metro para Bogotá, nos cuenta el profesor Bernal al respecto lo siguiente:


"El primer alcalde de esos días, que pensó en la posibilidad de hacerlo realidad fue Carlos Sánz de Santamaría en 1942, de él se recuerdan los primeros estudios oficiales del metro para Bogotá que finalmente se aplazaron para darle cabida al trolebús que en 1991 fue finalmente liquidado".


Así fue como Metro tras Metro nunca fue ejecutado y alcalde tras alcalde fue sepultando su construcción hasta llegar al verdadero sepulturero de cualquier Metro para Bogotá. Enrique Peñalosa, he aquí el recuento del autor:


"En la siguiente alcaldía, Gustavo Petro (2012) recobró lo dejado por Moreno e impulsó por enésima vez la propuesta de un metro subterráneo. Al finalizar su mandato, dejó estudios y diseños listos para su ejecución pero con la llegada nuevamente del alcalde Peñalosa en el presente (2016), un impulsor y líder en el transporte de público de buses, parece cumplirse una vez más el delirio de no hacer el metro para Bogotá. Peñalosa se inclina insistentemente por la apuesta de más troncales de TransMilenio y un metro elevado de bajo costo, muy diferente al que Petro había dejado fundamentado, en contravía de los estudios documentados sobre la importancia y necesidad de uno subterráneo. La postura de Peñalosa en este tema se interpreta como un artificio de los de siempre en esta historia del transporte público de Bogotá, que buscará darle propiedad a los buses perpetuamente (“Bogotá se mo-vilizará en bus los próximos 100 años”, palabras del mismo Peñalosa), y que ahora son llamados: TransMilenio. Una y otra vez más, la condena parece repetirse".


Como ya todos sabemos, el Metro elevado de Peñalosa probablemente tampoco sea construido, para mantener una tradición que ya va por los tres cuartos de siglo de sabotear un verdadero transporte masivo para Bogotá.


La última parte del libro, Ficciones, se la dejamos al lector para que la goce, sin darle más adelantos que los que dimos al principio de esta reseña.


Bogotá: Realidades, Delirios y Ficciones, es en verdad un libro poco usual, de los que NO se escriben en Colombia, ya que nuestra historia cotidiana nunca ha formado parte de ningún texto y la historia de Bogotá, como tal nunca ha sido sometida a ningún estudio crítico como el que nos presenta el profesor Bernal. Tal vez hayan aparecido algunos libros esporádicamente que tratan el tema del desastre cotidiano bogotano, como Bogotá en el limbo de Aurelio Suárez Montoya, aunque el alcance de este libro es muy diferente al del profesor Bernal.


Bogotá: Realidades, Delirios y Ficciones es un libro de indispensable lectura para entender por qué Bogotá es una ciudad embotellada en sí misma y lo que le espera en el futuro si no logramos romper esa "condena" de la que habla el profesor Bernal.


Como en un cuento de García Márquez la llovizna que percibimos en esta Bogotá incierta es más bien como una cagada de pájaros, de Crónica de una muerte anunciada, pero en este caso, la muerte anunciada es la de una ciudad:


"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros".


Cambien "buque" por "TransMilenio" y estaríamos perfectamente en la Bogotá suspendida en el tiempo por todos los gobernantes que la han logrado convertir en la maraña de higuerones de hoy en día, recibiendo nuestra diaria "llovizna tierna".